«En 2006, en lo que hoy es el CEIP La Paz, en el barrio de La Milagrosa, en Albacete, había que llamar a la Policía para que los profesores diesen clase. Y ni aún así fue posible. Nosotros hablamos con los docentes, que no podían más, les ofrecimos irse a otros centros y formamos un equipo nuevo. La idea era que no se echaba a nadie de clase sino que se hacía partícipe a las familias de la educación. Conseguimos que en las aulas, con el profesor, hubiese un familiar. Llegamos incluso a sacar a un padre de la cárcel para que ayudase con su hijo. Y funcionó. Los adultos se dieron cuenta de que se aprendía y motivaron a sus hijos para aprovechar la oportunidad que ellos no tuvieron. Ese padre, Rafa, acabó hablando ante el Parlamento Europeo, y ese centro escolar, La Paz, se llama hoy así porque los padres decidieron ponerle ese nombre tras la experiencia».
Includ-ed no es un proyecto para centros conflictivos. De hecho, la metodología de las comunidades de aprendizaje se está aplicando en España en 14 comunidades y 200 centros de toda condición. En estos, una vez a la semana, cuatro personas de la comunidad acuden a una clase, que se divide en grupos de trabajo heterogéneos y muy dinámicos donde los chavales ponen en práctica los conocimientos que el profesor ha enseñado previamente. Con la ayuda de los adultos, los alumnos que mejor han asimilado la teoría se la explican a los que han tenido más dificultades. Se trata de un método de aprendizaje basado en el diálogo y la diversidad. «La homogeneidad no funciona. Todos los grupos humanos del futuro serán diversos, y los alumnos deben aprender a trabajar en ese ambiente desde la escuela», concluye Flecha.
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